Cuanto tiempo tarda en llegar el olvido?
Cuando se pierden los recuerdos?
Tenía once años cuando lo conocí, él habrá tenido unos diez años más que yo. Tres de marzo marcaba el calendario, aquel día de invierno de 1998. Recuerdo claramente ese día, casi cada detalle, en teoría, porque en realidad el detalle más importante lo he olvidado a través de los años, como era él.
Tengo presente ese día como si hubiera sido ayer y no hace dieciséis años, aunque suene a cliché, así es. Era un martes más de una semana cualquiera, en una pequeña escuela de primaria. Como era mi costumbre llegue tarde a la formación, y en el micrófono sonaba la voz de la directora dando la razón de porqué había profesores invitados, para ser sincera no me importaba, daba lo mismo, solo era un discurso más.
Entramos al salón, mi profesora empezaba a dar indicaciones como cada mañana, ella me era más indiferente que la directora, no la quería, no me agradaba y el sentimiento era mutuo, así que sólo hacía lo que pedía para que no me molestara. Me sentaba a una orilla del salón, cerca de una ventana para escapar fácilmente de mi realidad.
Entre mis pensamientos, en un segundo volví a la realidad, justo en el momento en que abrió la puerta y entró al salón. Jeans, camisa, zapatos, mochila negra, cabello oscuro, piel morena y nada más, no hay más en mis recuerdos que una dulce sonrisa y unos ojos castaños acompañados de una mirada melancólica.
Comenzó su clase, no recuerdo bien de que iba, ¿para qué? si me perdía en su sonrisa y en su voz, esas horas no parecieron existir, pero pasaron y muy pronto, la hora del descanso llegó y por un momento la magia se desvaneció. Al volver al salón, la profesora volvía a tomar el mando, y yo volvía a mi mundo, pero justo en ese momento él caminó hacia mi lugar, se sentó a mi lado y comenzó a platicar conmigo, quizás sólo fue amabilidad o saber que pasaba por la cabeza de aquella niña tímida, pero para mi fue el momento en que se detuvo mi corazón, mi mundo, en que por primera vez cedí, en que perdí parte de mi alma, en el que me enamore por primera vez.
No recuerdo la conversación, pero recuerdo no haberle preguntado cuándo volvería, salió del salón y mi timidez no me dejó acercarme y preguntarle. Volví a casa, con la sonrisa más tonta que había tenido en la vida, quería que llegara pronto mañana, pero ni el miércoles, ni el próximo martes regreso, fue la primera vez que pensé que lo había imaginado, que había sido sueño, pero llegó el siguiente martes y él, ahí estaba otra vez de pie mirando sin mirar.
Odiaba que fuera los martes, era el día que tenía deportes, tenía que llevar el “pants” del uniforme, que no hacía me viera bien, mi vanidad me podía más que nada, pero no tenía otra opción. Mi día gris se convirtió en el mejor, los minutos antes de entrar al salón y poder verlo se hicieron eternos, pero llegó, aunque pocas fueron las horas, que la clase de deportes pronto llegó. Un poco de suerte estuvo a mi favor, el profesor estaba de buen humor y dejó a los chicos jugar futbol, yo tenía la clase libre para poder platicar con él.
Me senté junto a él en el patio, fue la primera vez que se me rompió el corazón, tenía novia y también iba a la escuela, la quería mucho, pero no me di por vencida. Me contó cuán especial era para él su novia, la quería como el Principito a su rosa, fue lo más inocente, tierno que escuche, desee desde ese momento que algún día alguien me quisiera así, que fuera así de especial para alguien. Con la ingenuidad de una niña me propuse que él me quisiera así, que fuera todo para él, vaya ilusión del primer amor.
Desde entonces, me volví una mejor alumna, al menos cuando él iba, lo ayudaba a preparar su clase, llegaba temprano a la escuela, cada dos martes yo era más feliz, hasta que un martes no llegó, no sabía qué pensar, no sabia como comunicarme con él, sólo me quedaba esperar. Un día, sin esperarlo, apareció, mi timidez desapareció con él, corrí a preguntar el motivo de su ausencia, que resultó cualquier cosa, pero yo volvía a respirar.
Aquella ausencia, se vio recompensada días después, con la mejor de las noticias, estaría toda una semana en la escuela, lo vería diario, pero también serían los últimos días que lo vería, al finalizar la semana tendría que decirle adiós para siempre. No importaba, disfrutaría cada día, cada hora con él. Por fin me vería con él uniforme de diario, y quizás se enamoraría de mi, yo y mis ilusiones de niña. Pasaron demasiado pronto esos días, además tendría un día menos, porque el viernes sería el examen de admisión a la secundaria.
Aquel jueves de junio, me despedí, le dí una carta donde le decía lo mucho que lo quería y que esperaba verlo pronto, además había colocado mi objeto más preciado, un pequeño dije que era todo para mi. No quería una respuesta, solo que supiera lo que sentía. Me despedí con lágrimas en los ojos. No podía terminar así, así que el viernes terminado mi examen fui a la escuela, lo encontré, era mi oportunidad de declarar mi amor, pero no lo hice, sólo le dije que quería verlo otra vez, él prometió que regresaría algún día antes del fin de curso, o algún día después, que podía escribirle una carta para seguir en contacto, le dí un abrazo, se escaparon una lagrimas mas y le dije adiós, sin saberlo, para siempre.
Después de ese día, nunca más lo vi, nunca mas escuche su voz ni me volví a perder en sus ojos y en su sonrisa. Volvía constantemente a la escuela para ver si volvía, al volver a casa pasaba por afuera para ver si lo veía, pero nunca sucedió. Fui a la secundaria, soñaba cada día con qué contestaría alguna de mis cartas, pero tampoco sucedió. En verdad nunca más supe de él. Regrese el 3 de marzo a mi escuela, pensé que él recordaría el día, pero era claro que para él no había significado lo mismo que para mi. No había más recuerdos de él que un pequeño mantel con su firma, un marcador y una nota con su dirección, pero ni una foto, ni nada que pudiera guardar para recordar con era él.
Pasaron años y años, y nunca más regresó, deje de escribir, en algún punto la vida arranco de mi aquellos pequeños recuerdos, primero la dirección, después los objetos, eso es lo que sucede cuando va llegando el olvido, pero yo me aferraba a que algún día lo volvería a ver, que lo encontraría en algún sitio y nos reconocemos, todo el tiempo pasado desaparecería y volvemos a estar juntos. Nunca pasó, con el tiempo todo pareció que había sido un sueño, nadie lo recordaba, nadie hablaba de él, y yo pronto también deje de hablar y pensar en él. Hasta la era de las redes sociales, escuchaba que miles de personas reconectaban con amigos de la infancia y busque y no encontré, parecía que en verdad todo había sido un sueño.
Dieciséis años he pasado recordando cada tres de marzo aquel encuentro, a aquel chico de veintitantos años, de ojos castaños y hermosa sonrisa, que se quedó para siempre con un trozo de mi corazón, de mi alma y con la ilusión del primer amor. Y que sin querer me dejo la pasión de luchar por lo que quiero, de obtener lo que quiero, de desear que me quieran como él quería. Por él me volví amante de la fotografía, aprendí a guardar recuerdos de mis amigos y las personas que quiero, a recordar fechas significativas. Al final es lo que pasa con todas las personas importantes de tu vida, siempre te quedas con una parte de ellas sin quererlo.
Es una historia sin final feliz, sin un final, porque desde entonces soñé con volver a encontrarlo, pero aunque suene triste, nunca va a pasar, nunca lo volveré a ver, porque también así es la vida, hay personas que vienen, se van y nunca vuelven, y hay que avanzar. Esta es la última vez que hablé de él, esto es parte de avanzar. Han sido suficientes años queriendo un recuerdo e idealizando.
Adiós chico de nombre peculiar, ojos castaños y hermosa sonrisa, siempre serás el recuerdo de mi primer amor, de mi primer corazón roto y el primer gran recuerdo a olvidar...
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