miércoles, 7 de octubre de 2015

Un mes, otro Madrid...




Tras mis miedos y dudas, hoy hace un mes que llegue a España, 30 días, 4  semanas, 720 horas, 43 200 minutos y hay días en que sigo sin creer que estoy aquí y otros en que me siento como si llevará toda una vida aquí. Y como alguien en un momento me dijo: “cada viaje es una experiencia diferente”, y así ha sido este tiempo, una experiencia distinta a la primera vez que llegue a España.

Este país sigue siendo un sueño para mí, sigue teniendo magia sus calles, sus edificios, su música, las personas de aquí, sobre todo mis amigos que están aquí (aunque aún no los haya podido ver), pero también he estado descubriendo otro Madrid que no conocía.

Un Madrid sencillo, que empieza su jornada muy temprano, en el que hay una mezcla de idiomas y personas por donde voltees, donde aún los niños corren y juegan por la calle (tanto que cada tarde escucho sus risas, gritos y llantos desde mi ventana), donde las ropas son sencillas, donde no existen los hipsters ni las barbies, donde según eres parte del barrio la gente te saluda por la calle y  te sonríe, hasta los vendedores ambulantes.

Es un sitio en el que he descubierto, que como en mi país, no todo es bonito, y hay personas que lo pasan mal, donde puedes ver en el bus a un señor cansado del trabajo, contando a sus dos hijas una historia para entretenerlas del viaje y distraerlas del malestar de una gripe. Donde te das cuenta de la gente que se ha quedado sin hogar, en aquel señor que cada mañana está en la esquina de siempre con su mochila y pidiendo para comer y que una noche descubres que duerme en el cajero automático de la avenida.

Y si, se que existen otros tantos sitios que te harán  dar cuenta que en un país primer mundista hay pobreza y problemas que están más allá de los sitios guiris, hipsters y universitarios. Este mundo es real aquí, en mi país y en todo el mundo, y del que sólo te puedes dar cuenta cuando ves más allá de lo que siempre miras, cuando caminas por las calles y te fijas en las personas que se han vuelto invisibles.

No sé, es el primer mes, he descubierto nuevas cosas, he ido a conciertos, he caminado, me he acostumbrado a subir y bajar 64 escalones, por lo menos una vez al día (es lo que tiene vivir en un cuarto sin elevador), he conocido personas (españoles, mexicanos, canadienses, tailandeses, neozolandeses, estadounidenses…), he avanzado en mi investigación, y aún quedan muchos meses más y seguro que cada mes habrá mucho que vivir y mucho que contar…


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