Tras mis miedos y dudas, hoy hace un mes que llegue a
España, 30 días, 4 semanas, 720 horas,
43 200 minutos y hay días en que sigo sin creer que estoy aquí y otros en que
me siento como si llevará toda una vida aquí. Y como alguien en un momento me
dijo: “cada viaje es una experiencia diferente”, y así ha sido este tiempo, una
experiencia distinta a la primera vez que llegue a España.
Este país sigue siendo un sueño para mí, sigue teniendo
magia sus calles, sus edificios, su música, las personas de aquí, sobre todo
mis amigos que están aquí (aunque aún no los haya podido ver), pero también he
estado descubriendo otro Madrid que no conocía.
Un Madrid sencillo, que empieza su jornada muy temprano, en
el que hay una mezcla de idiomas y personas por donde voltees, donde aún los
niños corren y juegan por la calle (tanto que cada tarde escucho sus risas,
gritos y llantos desde mi ventana), donde las ropas son sencillas, donde no
existen los hipsters ni las barbies, donde según eres parte del barrio la gente
te saluda por la calle y te sonríe,
hasta los vendedores ambulantes.
Es un sitio en el que he descubierto, que como en mi país,
no todo es bonito, y hay personas que lo pasan mal, donde puedes ver en el bus a
un señor cansado del trabajo, contando a sus dos hijas una historia para
entretenerlas del viaje y distraerlas del malestar de una gripe. Donde te das
cuenta de la gente que se ha quedado sin hogar, en aquel señor que cada mañana está
en la esquina de siempre con su mochila y pidiendo para comer y que una noche
descubres que duerme en el cajero automático de la avenida.
Y si, se que existen otros tantos sitios que te harán dar cuenta que en un país primer mundista hay
pobreza y problemas que están más allá de los sitios guiris, hipsters y
universitarios. Este mundo es real aquí, en mi país y en todo el mundo, y del
que sólo te puedes dar cuenta cuando ves más allá de lo que siempre miras,
cuando caminas por las calles y te fijas en las personas que se han vuelto
invisibles.
No sé, es el primer mes, he descubierto nuevas cosas, he ido
a conciertos, he caminado, me he acostumbrado a subir y bajar 64 escalones, por
lo menos una vez al día (es lo que tiene vivir en un cuarto sin elevador), he
conocido personas (españoles, mexicanos, canadienses, tailandeses,
neozolandeses, estadounidenses…), he avanzado en mi investigación, y aún quedan
muchos meses más y seguro que cada mes habrá mucho que vivir y mucho que contar…
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